Creo que la mejor manera de acercarse a la realidad social de un Pueblo es utilizar lo público y en este caso concreto el transporte, por lo que no hace mucho en una de mis visitas a la Delegación Provincial de Políticas Sociales de Sevilla para una reunión, como casi siempre, hice uso de este medio. Tengo que decir, para que se entienda, que soy Concejala Delegada de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Camas (Sevilla) y aunque mi apariencia no lo demuestre según los cánones generalizados de estereotipos, soy de etnia gitana. Al entrar en el autobús nos íbamos percatando poco a poco de un mal olor que crecía según se alarga el trayecto. Todas las miradas fueron dirigiéndose a un individuo poco aseado sentado al final. Las protestas de los que viajaban cada vez se oían más, el olor era muy desagradable, hasta que sonó la flauta y una mujer exclamó “a grito pelao“: ¡Qué asco, huele peor que un gitano!
Entonces ese desagradable tufo inicial se entremezcló con otro más doloroso o bien por ignorancia o bien por un odio capaz de señalar a todo un pueblo, sumando otra “cualidad” como el que no quiere la cosa o como si de una forma de hablar se tratase, pero que estigmatiza y señala a toda una etnia, la más numerosa de España y que lleva viviendo en nuestro país cinco siglos.
Sonaron algunas risas dando por acertada la afirmación exclamada.
Me acerqué a la susodicha y le dije que si creía que yo olía mal a lo cual me dijo que NO, sino todo lo contrario y fue entonces cuando le dije que era gitana y que todos los días salía de mi casa duchada y perfumada como la mayoría de las personas.
El aseo personal es educacional y no es exclusivo de ninguna etnia.
Mi Pueblo, como todos los pueblos y etnias que forman la humanidad se merecen un respeto en conjunto y como individuos. Y no podemos dejar o permitir que se señale y estigmatice a toda una cultura por mucho que se diga:
Es una manera de hablar, es una simple expresión: “pero si yo tengo muchos amigos gitanos…”
De la familia de la que provengo se puede decir que es una familia “normalizada” asentada en Sevilla desde que mi abuela se casó, pues durante su infancia y parte de su juventud fue nómada, cosa que mi padre siempre me recordó, para que no olvidara mis orígenes, mi procedencia del mimbre.
Mi abuela “la Matilde” como todos la conocían, quería para sus hijos un techo seguro y que recibieran educación para que pudieran encontrar trabajo y formar una familia como dios manda como decía ella.
“La Matilde”, mi abuela, no creía en esa libertad romántica de los gitanos nómadas con sus carromatos recorriendo los campos, cantando y bailando alrededor de un fuego que se ha dado tanto a conocer. Esa libertad la comparaba siempre con la del lobo o el zorro siempre perseguido, encarcelado y ajusticiado por el simple hecho de ser lo que son o por lo que se cree que son.
No voy a enumerar las leyes y las pragmáticas que se han dictado en contra del Pueblo Gitano o incluso los intentos de genocidios abanderados por el Marqués de la Ensenada, o cómo se ignoró en los Juicios de Núremberg el Genocidio Gitano por el horrible y terrible llamado Tercer Reich para demostrar que esa forma de vida era más obligada que deseada, pues nunca éramos bien recibidos por las autoridades y alguaciles de los pueblos y ciudades a las que llegábamos. El miedo a la represalia era evidente y mi abuela siempre lo tuvo muy presente, aunque no fue un obstáculo para que el cariño que daba y recibía por parte de su familia y vecinos fuese admirable y notable.

No se puede concebir ningún plan de integración tanto en lo educativo como en lo sanitario o como en el empleo, sin contar con la presencia de profesionales de etnia gitana, no creo ni creeré jamás en el Absolutismo Ilustrado; “todo para el Pueblo, pero sin el Pueblo”. En este caso sería “todo para el Pueblo Gitano, pero sin los gitanos”.
Le pese a quien le pese la cultura andaluza y por supuesto la de España tal y como es hoy, no se puede concebir sin la Cultura Gitana, la simbiosis tiene ya cinco siglos y sus frutos están a la orden del día en todos los ámbitos: en poesía, música, pintura, incluso en el idioma y sobretodo en el flamenco, que aunque el Pueblo Gitano no sea el creador de este arte tan universal, pero al mismo tiempo concreto de una zona territorial donde se produce este cruce de culturas que hace posible este fenómeno, hoy día proclamado como patrimonio inmaterial de la humanidad, sí es cierto que los gitanos han sido partícipes en gran medida de su creación y de que haya llegado a nuestros días tal y como lo conocemos.
Si hay algo que sobresale de mi Pueblo además de la forma de entender la vida y la muerte, es al amor a la familia y el respeto a nuestros mayores. Siempre hay motivos para reunirse y no hay reunión familiar que no acabe en bailes y cantes. Los niños aprenden de los mayores la forma de cantar y de bailar y eso hace posible ese respeto de los más jóvenes a los mayores y que aprenden de ellos observándolos, admirándolos e imitándolos. No sé si el flamenco es lo que ha hecho posible lo del respeto a los mayores o este respeto es lo que ha hecho posible que el flamenco sea lo que es hoy.
Como mujer gitana, socialista y feminista que soy, creo en la evolución de las formas de vida, en una economía que piense ante todo en el bien común, de leyes igualitarias y humanitarias tanto en género como en diversidad étnica, en la evolución del desarrollo cultural individual y colectivo y en la libertad del individuo a la hora de elegir y decidir su forma de vida. Todo esto no tiene por qué entrar en conflicto con la religión, las tradiciones o costumbres siempre y cuando éstas no coaccionen, limiten o atenten contra la libertad individual o colectiva.
Las luchas de las causas justas no son causas perdidas, pero sí es cierto que para que triunfen tenemos que educar y convencer, cosa que nuestros adversarios y enemigos ponen impedimentos para que estas causas se alcancen y lo tienen más fácil, pues pueden usar y usan toda clases de artimañas; la mentira, la injuria, la manipulación, el soborno, la violencia…, pero como mujer gitana siempre he creído que las utopías y las causas justas están para avanzar hacia ellas y no para olvidarlas y guardarlas en un cajón.
Por Marielo Vargas.
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